La biodiversidad (o diversidad biológica) está a nuestro alrededor y formamos parte de ella.

Es el resultado de millones de años de evolución. Por ello, las especies han creado vínculos entre ellas, creando interdependencias. Por ejemplo, la dependencia que existe entre las abejas y las plantas con flores. De este modo, una mayor diversidad hace que las relaciones de interdependencia sean más y mejor establecidas, y como consecuencia se obtiene un ecosistema más fuerte y más conectado entre sí. Además, permiten que exista un equilibrio dentro de los ecosistemas, que a su vez permite que las especies (y el ecosistema) sobrevivan y se desarrollen de forma positiva para todas las especies que están en armonía dentro del ecosistema en cuestión.

Es esencial para la supervivencia humana. Dependemos de la naturaleza para obtener muchos recursos esenciales: alimentos, materiales de construcción, calor, fibras textiles, ingredientes activos de los medicamentos, etc. Realiza funciones vitales como la mencionada anteriormente polinización, filtrar el aire, el agua y el suelo, incluso aporta protección contra inundaciones.

La vida sobre la Tierra tal y como la conocemos sería imposible sin esos materiales y servicios esenciales. Lamentablemente, solemos olvidarnos de lo que nos ofrece la naturaleza. En las sociedades industrializadas en las que vivimos pensamos que la biodiversidad está garantizada y la vemos como algo gratuito y eterno. Sin embargo, la realidad es que la presión que ejercemos sobre la naturaleza es cada vez mayor. Muchas actividades humanas son una grave amenaza para la existencia de numerosas especies.

La lista de amenazas para la biodiversidad es extensa:

• Destrucción y fragmentación de hábitats
• Contaminación del aire, el agua y el suelo
• Sobrepesca y uso excesivo de los recursos, los bosques y la tierra
• Introducción de especies no autóctonas o invasoras
• La liberación de cantidades crecientes de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático