7 ejemplos de malas prácticas agrícolas que afectan al cambio climático

Cuidar entre todos nuestro planeta es la única forma de sobrevivir y eso pasa por minimizar el impacto del cambio climático, y los agricultores, en constante contacto con el medio ambiente, deben dar buen ejemplo al resto.

Mientras el mundo se prepara para la vida posterior a la cuarentena del COVID-19, la agricultura ha mantenido y mantiene una dura pugna por satisfacer las necesidades humanas y, al mismo tiempo, hacer un buen uso de los recursos naturales.

Es importante seguir buenas prácticas a la hora de tratar el campo para evitar problemas de diversa índole y, además, no contribuir al cambio climático.

Problemas derivados

A veces es como consecuencia de falta de información o no haber investigado suficiente, en otros casos es simplemente el querer ahorrar tiempo y/o dinero lo que lleva a realizar prácticas poco beneficiosas para el campo y para nuestro planeta.

Tal y como queremos tratar en esta página, existen diferentes problemas que surgen como resultado de malas prácticas, tales como:

  • Prácticas de cultivo inadecuadas: En un mundo cada vez más globalizado y con más gente poblándolo, la demanda de alimentos crece; normalmente, el aumento del rendimiento de los cultivos en una determinada región viene asociada con una pérdida de biodiversidad. Una mala selección en la rotación de cultivos o aplicar mal esta técnica puede provocar problemas ambientales.
  • Ganadería y sobrepastoreo: Utilizar animales de granja para limpiar de malas hierbas algunos campos es una buena opción, pero un uso excesivo de este sistema acelera la deforestación y la erosión del suelo.
  • Riego y sobreexplotación de recursos hídricos: Un sistema ineficiente de riego de los cultivos conlleva un mayor uso de agua dulce de ríos, lagos/pantanos y acuíferos subterráneos cercanos. Solo el 2,5% del agua que existe en la Tierra es dulce y existen muchas zonas donde escasea, por ello es importante utilizar solamente el agua necesaria, también en agricultura.
  • Contaminación del suelo: Es posible contaminar el suelo de diferentes maneras, pero hay 2 que se realizan de forma frecuente. La primera es contaminar el suelo debido a un uso excesivo de químicos de diversa índole, plaguicidas o pesticidas para evitar que la fauna local arruine las cosechas; la segunda tiene como origen la quema de rastrojos y parte de la cosecha sobrante o que no está en condiciones de ser vendida y/o consumida.
  • Despeje y movimiento de tierras, deforestación y tala de árboles: La eliminación de árboles y otro tipo de flora que ‘incomoda’ en las zonas de cultivo pueden afectar al ecosistema, por ejemplo, con corrimientos de tierra en zonas inclinadas tras una gran tormenta.
  • Plasticultura: La plasticultura es el uso de un acolchado plástico para los cultivos, los agricultores usan láminas de plástico para cubrir el 50-70% del suelo y utilizan sistemas de riego por goteo para tener un mejor control sobre los nutrientes y la humedad del suelo. Este método permite que los pesticidas sean transportados más fácilmente en la escorrentía superficial, pero si dichos productos químicos acaban en humedales o arroyos cercanos pueden afectar seriamente a la flora y fauna local. Además, estos plásticos contienen estabilizantes y colorantes, así como metales pesados, lo que limita su reciclado.
  • Monocultivo: La técnica de monocultivo no necesariamente tiene que ser mala, pero su uso debe estar bien fundamentado. Cultivar una misma variedad de cultivo agota el nitrógeno del suelo (salvo leguminosas) y fomenta su erosión; asimismo, requiere un uso continuo de los mismos productos químicos que pueden afectar al medio ambiente.

Cómo llevar a cabo la agricultura de forma adecuada

La transformación digital ha traído consigo una ola de cambios significativos en todas las áreas donde ésta ha sido aplicada y no podía ser menos en la agricultura. Si se puede medir, se puede mejorar y es en base a esta idea como debe aprovechar la agricultura la llegada de las nuevas tecnologías.

Un campo está sujeto a multitud de parámetros, tanto propios como ajenos: clima, humedad del suelo, índices de vegetación, tipo(s) de cultivos plantados… y conocer en detalle los niveles óptimos de cada uno de ellos es la única manera de sacar el máximo partido al campo.

Desde satélites y programas especialmente diseñados para el tratamiento de datos, como EOS Crop Monitoring, hasta el uso de drones en la agricultura, se presenta un gran abanico de opciones tecnológicas para que los agricultores realicen su trabajo de la manera más eficiente, con cosechas más sanas y abundantes, y, a la vez, respetuosa con el medio ambiente, optimizando el uso de químicos, aplicando el riego de forma inteligente o minimizando el impacto de la cosecha en los nutrientes del suelo.