Cambio climático y plásticos: una combinación que amenaza la tierra y el mar

El cambio climático y la contaminación por plásticos son dos de las presiones humanas más graves sobre los ecosistemas. De hecho, un análisis exhaustivo titulado “Plastic pollution under the influence of climate change: Implications for the abundance, distribution, and hazards in terrestrial and aquatic ecosystems” publicado por Kelly F.J. et al. (2025), advierte que el cambio climático y la contaminación por plásticos no actúan por separado, sino que se potencian mutuamente, generando efectos más dañinos para los ecosistemas terrestres y acuáticos.

Además, hay que tener en cuenta, que los plásticos y el clima tienen un vínculo desde el origen. Es decir, ambos problemas comparten una raíz común: dependen de los combustibles fósiles. Más del 98% de los plásticos se producen a partir de petróleo, gas y carbón, lo que implica una emisión de gases de efecto invernadero (GEI) durante todo su ciclo de vida, desde la extracción hasta su desecho. En 2019, la fabricación y gestión de plásticos generó 1,8 gigatoneladas de CO2, más que la cantidad que generaron la mayoría de los países del mundo mirados de manera individual. Aunque hay que mencionar que el estudio pone el foco en la relación inversa: cómo el cambio climático agrava la contaminación plástica.

Según los autores, el calentamiento global incrementa la degradación de los plásticos mediante mayor temperatura, radiación UV y humedad, acelerando su rotura en micro y nanoplásticos, partículas que son mucho más móviles y tóxicas. Se cree que un aumento tan solo de 10°C podría duplicar la velocidad de degradación de los plásticos. Por lo tanto, un planeta más cálido generaría más microplásticos.

Además, los eventos extremos intensificados por el clima (tormentas, inundaciones, sequias e incendios) liberan enormes cantidades de residuos plásticos atrapados en ríos, costas, vertederos e incluso suelos, redistribuyéndolos globalmente. Por ejemplo, tras un tifón en Hong Kong, la concentración de microplásticos en sedimentos de playa aumentó casi 40 veces. Otro ejemplo sería, que las inundaciones también pueden ayudar a formar ‘rocas de plástico’, creadas cuando las rocas y los plásticos establecen un enlace químico y se fusionan, convirtiéndose en puntos de generación de microplásticos. Además, en el océano global, la formación prolongada de hielo marina captura y concentra partículas de origen humano presentes en la columna de agua; que, si se deshielase, podría convertirse en una fuente de microplásticos.

El estudio también revela; por un lado, que en los ecosistemas terrestres los impactos son más complejos y difíciles de predecir, pero ya se observan reducciones en la productividad agrícola, alteración en el ciclo de nitrógeno y cambios en la estructura del suelo cuando coinciden calor extremo y microplásticos. Por otro lado, en ecosistemas acuáticos, las investigaciones sobre corales, caracoles marinos, erizos de mar, mejillones y peces han revelado que la contaminación por microplásticos reduce su capacidad para hacer frente al aumento de la temperatura del océano y a la acidificación marina, ambos impulsados por el cambio climático. De hecho, algunos animales filtradores, como los mejillones, se llenan de microplásticos y los transfieren a sus depredadores, impulsando así la contaminación a lo largo de la cadena trófica y llegando así a los situados en lo alto de esta.

En conclusión, un clima más cálido afecta la cantidad, distribución, exposición, peligros e impactos de los plásticos en el medio ambiente. Además, también se pueden sugerir múltiples soluciones para la crisis, incluyendo reducir el uso de plástico, reutilizar y reciclar, así como rediseñar productos y eliminar los plásticos de un solo uso innecesarios. Es decir, aunque el futuro no estará libre de plásticos, debe evitarse la generación de más microplásticos.